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 Ansorena

Lot 725

JUAN BAUTISTA MAÍNO

Pastrana, Guadalajara (1581) / Madrid (1649)

"Virgen de Atocha", c. 1634

Óleo sobre lienzo

Bibliografía: Navarrete Prieto, B., “La Virgen de Atocha, Maíno y el Cardenal Monti”, Ars Magazine. Revista de arte y coleccionismo, año 14, n.º 51, julio-septiembre, 2021, pp. 62-80.
Procedencia: Colección del Cardenal César Monti; Palacio Arzobispal de Groppello (al menos hasta 1802); Perugia, colección particular (desde su localización en el año 2019).
La Virgen de Atocha, venerada en la Real Basílica de Nuestra Señora de Atocha, es la advocación mariana más antigua que ostenta el patronazgo de la ciudad de Madrid y durante los siglos XVI, XVII y XVIII estuvo considerada como la principal protectora de los reyes de España y patrona de la monarquía. Su devoción fue especialmente favorecida por los Austrias y el icono mariano acabó convirtiéndose en uno de los principales símbolos del culto áulico que, con el paso de los años, se extendería al ámbito nobiliario, al de los altos funcionarios y príncipes de la Iglesia. Su culto, por tanto, fue mucho más elitista y desde el principio estuvo vinculado con hechos y sucesos milagrosos relacionados con el poder civil o eclesiástico, en contraposición con otras devociones locales, como la de la Virgen de la Soledad, mucho más cercana al sentir popular por su patetismo y expresividad. Estos hechos motivaron que las representaciones de la Virgen de Atocha no sean tan abundantes como las de otras devociones marianas y siempre se encuentren vinculadas a las élites civiles o eclesiásticas.
Un extraordinario ejemplo es la obra que aquí se muestra, realizada por el pintor Juan Bautista Maíno, que fue dada a conocer en fecha relativamente reciente en un estudio del profesor Navarrete Prieto. Como indica en su artículo, el lienzo debió de ser un encargo de César Monti, cardenal de la Santa Iglesia de Roma, arzobispo de Milán y nuncio en España que, devotísimo de la Virgen de Atocha, quiso hacer una copia de la imagen original, para que fuese tocada por esta y llevarla consigo a su regreso a Italia. Esta réplica encargada por el prelado, identificada con la pintura que aquí presentamos, fue realizada en una fecha cercana al año de 1634, antes de que este regresara a Milán en 1635, y muestra al icono mariano de una manera totalmente fidedigna tal y como se la veneraba en su altar a comienzos del siglo XVII, a la manera de un “trampantojo a lo divino”. El objetivo de este encargo fue buscar una efectiva sustitución del icono venerado en la capilla real a través del poder de la imagen, ya que el prelado hizo tocar la copia pintada por Maíno con la talla original de la Virgen antes de llevarla consigo a Italia. El hecho de estar “tocada” permitía a esta pintura actuar como la original, de modo en que el contacto entre ambas servía para transmitir el carácter milagroso de la escultura a la réplica pintada.
A parte de su gran valor devocional la pintura posee un importante interés cultural y artístico ya que permite la contemplación de la indumentaria de la Virgen y su exquisito joyel, incrementado con los años por las diferentes dádivas de sus espléndidos donantes, entre los que se encontraba la propia Monarquía Española.  Muestra el vestido entallado en la misma madera, labrado con mucho detallismo y guarnecido con piedras, en un tono colorado. Porta un manto de oro con unas flores a la manera de azucenas y luce el rostrillo, una de las joyas de mayor valor, realizado en oro y diamantes. También presenta una estola blanca guarnecida de pedrería que desaparecerá en las representaciones posteriores de la imagen. Sobre el pecho también ostenta un broche de oro con el anagrama de María, rematado por una corona real, y del que pende una perla de gran tamaño, sujeto por un collar de pedrería similar al que lleva el Niño Jesús.  Destaca el gran rosario de cuentas, realizado en cristal de roca, realizado con una precisión y delicadeza que delata la extraordinaria habilidad del pintor que lo ha ejecutado.
Su autor, como dijimos, es Juan Bautista Maíno, una de las figuras principales de la pintura madrileña del primer tercio del siglo XVII. Su estilo, que bebe del clasicismo boloñés, del naturalismo y del tenebrismo, se aprecia, principalmente, en la pareja de angelitos que sostienen el cortinaje verdoso bordado en hilos de oro y en la interpretación en clave naturalista de todos los detalles de la imagen de la Virgen. Religioso dominico, excelente pintor y conocedor de las principales corrientes artísticas que se estaban desarrollando en Italia, era el candidato idóneo para que el cardenal Monti le encargase la ejecución de este importante trabajo.
 

100 x 80 cm

Starting price 30.000 €

Recomended lots

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