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ANSORENA

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S

ubasta

389

P

rivilegio original, sobre pergamino de vitela, que presenta la

reproducción policromada de las armas que los Reyes Ca-

tólicos concedieron al Descubridor de América y sus des-

cendientes acrecentando las que ya tenía. Se trata de la única

representación del primer escudo de armas de Cristóbal Colón.

Documento de gran valor histórico, que quedó custodiado por su

familia de acuerdo con las instrucciones que el Almirante de las

Indias dejó plasmadas en su testamento de 1497.

El otorgamiento a Cristóbal Colón de este privilegio se produjo

al regreso del viaje de descubrimiento del Nuevo Mundo. El 15 de

marzo de 1493 Colón salvaba la barra de Saltes y desembarca-

ba en Palos. Se detuvo casi veinte días en Sevilla y de allí salió

camino de Barcelona, de acuerdo con las instrucciones que los

Reyes le habían hecho llegar. Pasando, probablemente, por Lora

del Río, Córdoba, Andújar, Valencia, Tortosa y Tarragona, durante

el viaje se vio obligado a detenerse en numerosas ocasiones

por

la mucha admiración de los pueblos por donde pasaba, pues de

todos ellos… corría la gente a los caminos para verle y a los indios

y las otras cosas y novedades que llevaba

1

.

El dominico y destacado Cronista de aquellos años, fray Bartolo-

mé de las Casas (1484–1566) dejó plasmados en su “Historia de

las Indias” valiosos detalles de aquel transcendental encuentro que

tuvo lugar en Barcelona de los Reyes Católicos con Cristóbal Colón,

narración que permite imaginar la expectación de aquellos que pre-

senciaron el acontecimiento:

“Los Reyes... mandáronle

[al Almirante]

hacer un solemne y

muy honroso recibimiento, para el cual salió toda la corte y

toda la ciudad, que no cabían en las calles, admirados todos

de ver aquella veneranda persona ser de la que se decía haber

descubierto otro mundo, de ver los indios y los papagayos y

muchas piezas y joyas y cosas que llevaba, descubiertas, de

oro, y que jamás no se habían visto ni oído”.

“Entró

[Colón]

en la cuadra donde los Reyes estaban, acom-

pañado de multitud de caballeros y gente nobilísima, entre to-

dos los cuales, como tenía grande y autorizada persona, que

parecía un senador del pueblo romano, se señalaba; su cara

veneranda, llena de canas y de modesta risa, mostrando bien el

gozo y gloria con que venía...”

A los Reyes relató Colón su viaje y descubrimiento, las grandezas

de aquellas tierras, la mansedumbre, desnudez y costumbres de los

indígenas.

“... todo lo cual oído y ponderado profundamente, levántanse

los Católicos y devotísimos Príncipes y hincan las rodillas en el

suelo, juntas y alzadas las manos, comienzan a dar de lo íntimo

de su corazones, los ojos rasados en lágrimas, grandes gracias

al Creador...”.

Fue éste, quizá junto con el vivido en la madrugada del 12 de oc-

tubre de 1492, uno de los momentos más felices y memorables de

la vida de Cristóbal Colón, siendo así que durante todo el tiempo

que permaneció en Barcelona los Reyes le reconocieron mercedes,

honras y favores, entre ellas la acreditada por esta Real Provisión

relativa al escudo de armas:

“...diéronle asimismo muy hermosas insignias o armas, de las

mismas armas reales, castillos y leones y destas, con las que

tenía de su linaje antiguo, con otras que significaron el dicho

laborioso y mirable descubrimiento, mandaron formar un es-

cudo, que no hay muchos más hermosos que él en España...”

2

.

El hecho quedó también reseñado por lo más importantes cronis-

tas del momento, como Gonzalo Fernández de Oviedo o Francisco

López de Gómara:

[Fernández de Oviedo]

“...aquellos gratísimos Príncipes Católi-

cos hicieron señaladas mercedes

[a Cristóbal Colón]

, en espe-

cial, le confirmaron su privilegio en la dicha Barcelona a 28 de

mayo de 1493. Y, entre otras, además de hacerle noble y darle

título de Almirante Perpetuo destas Indias a él y a sus suceso-

res, por vía de mayorazgo, y que todos los que dél dependiesen

y aun sus hermanos, se llamasen “don”,

le dieron las mismas

armas reales de Castilla y de León, mezcladas y repartidas

con otras que asimismo le concedieron de nuevo, aprobando

y confirmando de su autoridad real las otras armas antiguas

de su linaje. Y de las unas y las otras formaron un nuevo y

hermoso escudo de armas...”

3

.

[López de Gómara]

“Hicieron [los Reyes Católicos] muchos ho-

nores a Cristóbal Colón, mandándole sentarse delante de ellos,

lo cual fue gran favor y amor, pues es una antigua costumbre en

nuestra España estar siempre de pie los vasallos y criados delan-

te del Rey, por acatamiento de la autoridad real. Confirmáronle

su privilegio de la décima parte de los derechos reales, le dieron

título y oficio de Almirante de las Indias...

puso Cristóbal Colón

alrededor del escudo de armas que le concedieron, estas letras

‘Por castilla y por León Nuevo Mundo halló Colón’...”

4

.

El Documento

Original manuscrito, único ejemplar que fue expedido, sobre pergami-

no de vitela de ovino, de 275 x 435 mm, con una plica de 43 mm de

ancho, de cuya parte central penden cintas color verde parduzco que

sujetaban el sello de plomo de validación, que falta. En la parte central

del texto se reserva el espacio principal en el que se reproduce en

policromía el

escudo de armas dividido en cinco partes:

1. Superior derecha: Un castillo en oro (por el Reino de Casti-

lla), sobre campo blanco.

2. Superior izquierda: Un león rampante blanco (por el Reino

de León), sobre campo azur y pardo.

1

Hernando Colón,

Historia del Almirante.

Luis Arranz (ed.). Madrid, 1984, Cap.

XLII, p. 152. Para la reconstrucción del itinerario, vid. Jesús Varela Marcos y Mª

Montserrat León Guerrero,

El Itinerario de Cristóbal Colón (1451-1506).

Valla-

dolid, 2003, p. 156-157.

2

Bartolomé de las Casas,

Historia de las Indias.

Madrid, 1961. Tom. I, Cap. LXXX,

p. 239.

3

Gonzalo Fernández de Oviedo,

Historia General y Natural de las Indias, islas

y Tierra Firme del Mar Océano.

Madrid, 1851, Real Academia de la Historia, Pri-

mera Parte, Cap. VII, p. 30.

4

Francisco López de Gómara,

Historia General de las Indias.

Madrid, Ediciones

Orbis, Primera Parte, pp. 50-51. Hernando Colón, hijo segundo del Descubridor

de América, dispondrá en su testamento de 3 de julio de 1539 el diseño de

su lápida que incluía un escudo de armas basado en el otorgado a su padre

(José Hernández Díaz y Antonio Muro Orejón,

El testamento de Don Hernando

Colón.

Sevilla, 1941, p. 168.